martes, 22 de abril de 2014

Javier Marías: Corazón tan blanco (1992)

Javier Marías: Corazón tan blanco. Madrid, Alfaguara, 2010.

La novela comienza con Juan Ranz relatando el suicidio de la segunda esposa de su padre, Teresa, tras lo cual este se casará con la hermana de la difunta, Juana Aguilera, madre del narrador. La intriga sobre el motivo del suicido de Teresa Aguilera (con el que Ranz, padre del narrador, parece que tuvo algo que ver) se mantiene a lo largo de toda la historia y se revela al final. El hilo conductor de la novela, sin embargo, es la vida de recien casado de Juan Ranz. Se habla de las dudas que tiene sobre su matrimonio, sus viajes por trabajo a otros países, la relación con su padre, etc...

Sin embargo, el libro no destaca tanto por la trama o por los personajes, como por el estilo con el que escribe Marías (para unos magistral y para otros enrevesado y confuso) y por las reflexiones de este sobre el verdadero protagonista de la novela: El lenguaje. Esto no es de extrañar pues el protagonista es traductor e interprete de profesión por lo que es especialmente consciente de la relación que hay entre las palabras y las cosas/los hechos/el mundo:

"Contar deforma, contar los hechos deforma los hechos y los tergiversa y casi los niega, todo lo que se cuenta pasa a ser irreal y aproximativo aunque sea verídico, la verdad no depende de que las cosas fueran o sucedieran, sino de que permanezcan ocultas y se desconozcan y no se cuenten, en cuanto se relatan o se manifiestan o muestran, aunque sea en lo que más real parece, en la televisión o en el periódico, en lo que se llama la realidad o la vida o la vida real incluso, pasan a formar parte de la analogía y el símbolo, y ya no son hechos, sino que se convierten en reconocimiento." pág. 235

Por tanto, el lenguaje no puede aprehender la realidad, más bien solo puede deformarla. Por esto es mejor callar y también porque cuando contamos un secreto, hacemos cómplice a aquel al que se lo contamos. Por ello el célebre comienzo de la novela dice "No he querido saber, pero he sabido...":

"Ella oye la confesión de ese acto o hecho o hazaña, y lo que la hace verdadera cómplice no es haberlo instigado, sino saber de ese acto y de su cumplimiento." Esta sentencia vale tanto para la trama de Macbeth (de donde Marías saca el título para su novela), como para la de Corazón tan blanco.

En Macbeth, este le cuenta a su mujer que (por ansias de poder) ha matado al Rey Duncan y así la hace cómplice, por eso ella intenta quitarle hierro al asunto.
En Corazón tan Blanco, Ranz le cuenta a Teresa que (por amor hacia ella) ha matado a su primera mujer y así la hace cómplice pero, a diferencia de lady Macbeth, esta se suicida.

Desde el suicido de su segunda esposa, Ranz comienza a callar y a mantenerlo todo en secreto:

"Ves, la propia vida no depende de los propios hechos, de lo que uno hace, sino de lo que uno se sabe, de lo que se sabe que ha hecho. Yo he llevado desde entonces una vida normal e incluso agradable [...] Todo eso ha sido posible porque nadie supo nada, sólo Teresa. Lo que hice fue hecho, pero la gran diferencia para lo que viene luego no es haberlo hecho o no haberlo hecho, sino que fue ignorado por todos. Que fuera un secreto" pág. 325

Por lo tanto, la novela puede reducirse a la sentencia "Callar y hablar son formas de intervenir en el futuro", pero también es mucho más que eso.
 
NOTA: 6,5/10

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