Gabriel García Marquez: Relato de un naúfrago. Barcelona, Debolsillo, 2013.
Este libro es la reconstrucción periodística de los diez
días de naufragio vividos por Alejandro Velasco en 1955. Después de haber
pasado por varios periódicos dando a conocer su historia, el marinero
colombiano acabó en la sede de El Espectador
de Bogotá, donde entonces trabajaba un desconocido García Márquez. El
relato resultante se publicó por episodios a lo largo de
catorce días consecutivos y fue seguido con interés pese a que la noticia ya
había sido cubierta. ¿Por qué entonces este interés?
Probablemente por la habilidad del narrador para contar una historia y por la
polémica surgida a raiz de que en el relato publicado en El Espectador se hacía referencia por primera vez a la carga ilegal
(electrodomésticos de contrabando) que transportaba el barco y que de hecho
causó el accidente. Pese a las presiones del gobierno de Gustavo Rojas Pinilla,
ni el marinero ni el periodista se desdijeron, lo que tuvo consecuencias
negativas para ambos: el primero pasó de ser un héroe de la patria (cuya imagen
de naúfrago, por cierto, explotaron marcas de relojes y zapatos) a caer en el
olvido y el segundo tuvo que exiliarse a París tras ser clausurado el periódico
en el que escribía.
En cuanto al libro, el lenguaje usado es bastante
llano o periodístico pero la historia es tan buena que no son necesarios
grandes artificios para que se siga con interés. Sin embargo destacan algunos
pasajes más poéticos o literarios, como aquel en el que a Alejandro Velasco se le
aparece un compañero en la balsa al que había visto ahogarse hace días:
“No era una aparición. Yo no sentía miedo. Me parecía una
tontería que antes me hubiera sentido solo en la balsa, sin saber que otro
marinero estaba conmigo.
-
¿Por qué no comiste? – Me preguntó Jaime
Manjarrés.
Recuero perfectamente que le dije:
-
Porque no quisieron darme comida. Pedí que me
dieran manzanas y helados y no quisieron dármelos. No sé donde los tenían
escondidos.
Jaime Manjarrés no respondió
nada. Estuvo silencioso un momento. Volvió a señalarme hacia donde quedaba
Cartagena. Yo seguí la dirección de su mano y vi las luces del puerto, las
boyas de la bahía bailando sobre el agua.” Pág. 75
Resalto también, por literario, este otro pasaje:
“La gaviota se quedó completamente inmóvil. Luego se posó
junto a mi cabeza, también inmóvil. Pero tan pronto como moví la cabeza empezó
a picotearme el cabello, casi con ternura. Aquello se volvía un juego. Cambié
varias veces de posición. Y varias veces la gaviota se movió al lado de mi
cabeza. Ya al amanecer, sin necesidad de proceder con cautela, extendí la mano
y la agarré por el cuello. No pensé en darle muerte. La experiencia de la otra
gaviota me indicaba que sería un sacrificio inútil. Tenía hambre, pero no
pensaba saciarla en aquel animal amigo que me había acompañado durante toda la
noche sin hacerme daño” pág. 123
Y, por último, también cabe destacar partes más obvias en una historia de naufragio, tales como la descripción del lamentable estado físico en el que se
encontraba Velasco:
“Hasta ese día no me había dado cuenta del lamentable estado
en que me encontraba. Estaba deshecho, llagado por ella sal del agua y el sol.
Sin ningún esfuerzo me arrancaba de los brazos largas tiras de piel. Debajo
quedaba una superficie roja y lisa. Un instante después sentía palpitar
dolorosamente el espacio pelado y la sangre me brotaba por los poros. No me
había dado cuenta de la barba. Tenía once días de no afeitarme. La barba espesa
me llegaba hasta el cuello, pero no podía tocarmela, porque me dolía
terriblemente la piel, irritada por el sol.” Pág 125
NOTA: 6,5/10
NOTA: 6,5/10
No hay comentarios:
Publicar un comentario