viernes, 28 de marzo de 2014

Gabriel García Márquez: Relato de un náufrago (1970)


Gabriel García Marquez: Relato de un naúfrago. Barcelona, Debolsillo, 2013.
Este libro es la reconstrucción periodística de los diez días de naufragio vividos por Alejandro Velasco en 1955. Después de haber pasado por varios periódicos dando a conocer su historia, el marinero colombiano acabó en la sede de El Espectador de Bogotá, donde entonces trabajaba un desconocido García Márquez. El relato resultante se publicó por episodios a lo largo de catorce días consecutivos y fue seguido con interés pese a que la noticia ya había sido cubierta. ¿Por qué entonces este interés? Probablemente por la habilidad del narrador para contar una historia y por la polémica surgida a raiz de que en el relato publicado en El Espectador se hacía referencia por primera vez a la carga ilegal (electrodomésticos de contrabando) que transportaba el barco y que de hecho causó el accidente. Pese a las presiones del gobierno de Gustavo Rojas Pinilla, ni el marinero ni el periodista se desdijeron, lo que tuvo consecuencias negativas para ambos: el primero pasó de ser un héroe de la patria (cuya imagen de naúfrago, por cierto, explotaron marcas de relojes y zapatos) a caer en el olvido y el segundo tuvo que exiliarse a París tras ser clausurado el periódico en el que escribía.
En cuanto al libro, el lenguaje usado es bastante llano o periodístico pero la historia es tan buena que no son necesarios grandes artificios para que se siga con interés. Sin embargo destacan algunos pasajes más poéticos o literarios, como aquel en el que a Alejandro Velasco se le aparece un compañero en la balsa al que había visto ahogarse hace días:
“No era una aparición. Yo no sentía miedo. Me parecía una tontería que antes me hubiera sentido solo en la balsa, sin saber que otro marinero estaba conmigo.
-       ¿Por qué no comiste? – Me preguntó Jaime Manjarrés.
Recuero perfectamente que le dije:
-       Porque no quisieron darme comida. Pedí que me dieran manzanas y helados y no quisieron dármelos. No sé donde los tenían escondidos.
Jaime Manjarrés no respondió nada. Estuvo silencioso un momento. Volvió a señalarme hacia donde quedaba Cartagena. Yo seguí la dirección de su mano y vi las luces del puerto, las boyas de la bahía bailando sobre el agua.” Pág. 75
Resalto también, por literario, este otro pasaje:
“La gaviota se quedó completamente inmóvil. Luego se posó junto a mi cabeza, también inmóvil. Pero tan pronto como moví la cabeza empezó a picotearme el cabello, casi con ternura. Aquello se volvía un juego. Cambié varias veces de posición. Y varias veces la gaviota se movió al lado de mi cabeza. Ya al amanecer, sin necesidad de proceder con cautela, extendí la mano y la agarré por el cuello. No pensé en darle muerte. La experiencia de la otra gaviota me indicaba que sería un sacrificio inútil. Tenía hambre, pero no pensaba saciarla en aquel animal amigo que me había acompañado durante toda la noche sin hacerme daño” pág. 123
Y, por último, también cabe destacar partes más obvias en una historia de naufragio, tales como la descripción del lamentable estado físico en el que se encontraba Velasco:
“Hasta ese día no me había dado cuenta del lamentable estado en que me encontraba. Estaba deshecho, llagado por ella sal del agua y el sol. Sin ningún esfuerzo me arrancaba de los brazos largas tiras de piel. Debajo quedaba una superficie roja y lisa. Un instante después sentía palpitar dolorosamente el espacio pelado y la sangre me brotaba por los poros. No me había dado cuenta de la barba. Tenía once días de no afeitarme. La barba espesa me llegaba hasta el cuello, pero no podía tocarmela, porque me dolía terriblemente la piel, irritada por el sol.” Pág 125

NOTA: 6,5/10

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