lunes, 23 de julio de 2012

Michel Houellebecq: El mapa y el territorio (2010)


Michel Houellebecq: El mapa y el territorio. Barcelona, Anagrama, 2011.

Se cuenta aquí parte de la vida de Jed Martín, artista contemporaneo cuyas obras siempre están relacionadas con los modelos de producción y por tanto con lo económico y social. Su obra de juventud consiste en una serie de fotografías a distintas herramientas, la fama la consigue con un trabajo fotográfico a mapas de carreteras michelin mientras que la serie pictorica de los oficios sencillos le reporta una gran fortuna y le afianza como uno de los artistas más importantes de su tiempo. Por último, en su vejez, Jed graba en video el proceso de descomposición de distintos objetos.

En la página 186 podemos leer en relación con la serie de los oficios sencillos: "Jed se puso a hablar [...] de su voluntad de describir por medio de la pintura los diversos engranajes que contribuyen al funcionamiento de una sociedad."

El protagonista está lejos, por tanto, de las corrientes predominantes del arte moderno, más pendientes del show y del bussines que de ofrecer arte de calidad. No en vano, Jed incluía en su seríe de los oficios sencillos, a modo de crítica, una pintura llamada Damien Hirst y Jeff Koons repartiéndose el mercado del arte. Según el protagonista de la novela, el auge del primero, viene dado por que "el valor comercial del sufrimiento y la muerte había llegado a superar al del placer y el sexo", representado esto último por Koons.

También relación con lo económico tiene la obra de vejez de Jed. En la pág. 337 se lee: "puede considerarse [...] una meditación nostálgica sobre el fin de la era industrial europea, y más en general sobre el carácter perecedero y transitorio de toda industria humana".

Pero la faceta de artista de Jed Martin le vale a Houellebecq solo para exponer parte de su visión sobre el mundo. Así pues, como cada oficio supone una forma de ver el mundo, Houellebecq nos da la visión del artista sobre distintos temas, por ejemplo la arquitectura predominante en el sistema capitalista:

Durante una conversación entre Jed y su padre, este último critica a Le Corbusier (arquitectura predominante) por anteponer la funcionalidad a la estética. Dice que busca edificios de oficinas cuadrados y sin ninguna decoración. Por contra va a ensalzar la figura de Fourier y de William Morris. Para Fourier al hombre que trabaja no le mueve el dinero (esto lo piensan los liberales) sino el honor y el amor a la función. De William Morris por su parte destaca la defensa del artesanado frente al elitismo de los artistas:

"Para los prerrafaelitas, así como para William Morris. había que abolir la distinción entre arte y artesanado, entre la concepción y la ejecución: cualquier hombre, a su escala podía ser un productor de belleza..." pág. 197

Sin embargo al final el padre de Jed se reconoce a si mismo como alguien vendido al sistema pues vive de hacer edificios funcionales al estilo Le Corbusier mientras que guarda en secreto  planos de  propuestas arquitectonicas idealistas,casas en las que prácticamente la funcionalidad ha dejado de existir para dar paso a lo bello.

Me veo incapaz de señalar mucho más pues lo que se expone en la novela no son ideas sueltas, sino más bien toda una cosmovisión. Cuando uno termina de leer El mapa y el territorio se queda, no con ideas, sino más bien con sensaciones. Sensaciones que todos tenemos por ahí dentro y escritores como Houellebecq saben sacar a la superficie.

Dejando lo anecdótico y lo polémico a un lado: (Houellebecq se mete a sí mismo en la trama como uno de los personajes principales, usa artículos de la Wikipedia casi integros y en el último capitulo convierte la novela en un thriller policiaco [dicen por el tirón comercial que experimentaba el genero gracias a la saga Millenium]) hay que decir que el autor manifiesta aquí su gran habilidad a la hora de construir y contar historias. Además, como suele decirse de él, es un autor que nos hace entender nuestra sociedad porque la sabe plasmar como pocos. Como dice el propio Houellebecq por medio de Jed Martin, "Simplemente quiero dejar constacia del mundo...".

domingo, 8 de julio de 2012

Amélie Nothomb: Ácido sulfúrico (2005)


Amélie Nothomb: Ácido sulfúrico. Barcelona, Anagrama, 2007.

Nothomb propone en Ácido sulfúrico un cruce entre el holocausto nazi y los reality shows: En esta distopía cualquiera puede ser detenido y forzado a participar en Concentración, un programa en el que los kapos golpean, insultan, maltratan e incluso matan a los prisioneros en vivo y en directo. 

A este ambiente debe sobrevivir Pannonique, una joven estudiante que pronto se convierte en lider de los prisioneros por su belleza, inteligencia y valores. Con estos elementos, la autora desarrolla una historia en la cual subyacen las siguientes ideas:

La importancia del nombre: Una vez dentro de los campos de concentración, a los prisioneros se les tatúa una matrícula y se les deja de llamar por su nombre. Esta misma estrategia de deshumanización era también usada por los nazis. Así, Pannonique pasa a llamarse CKZ 114, pero en la página 49 se lee: 

"Y justo cuando Zdena, furibunda, llegaba corriendo para restablecer su sentencia, CKZ  114 se plantó ante ella, clavó sus ojos en los de ella y clamo alto y fuerte: -¡Me llamo Pannonique!"

La crítica a la sociedad del espectáculo: Hoy por hoy proliferan los programas en los que la gente se exhibe mostrando distintas habilidades (muchas veces no hay habilidades que mostrar, sino trapos sucios que sacar, gente a la que denigrar, etc, etc...). La pregunta que nos plantea la autora en esta novela es ¿Donde está el límite que separa el espectáculo de la barbarie?

"Superado el estupor inicial, Pannonique dio un paso adelante y declaró: -¡Espectadores, son todos unos cerdos! Se detuvo un instante para calmar su corazón, que latía muy fuerte. Las cámaras enfocaron a aquella que jadeaba de cólera. Sus ojos se habían convertido en un manantial de odio. Continuó: -¡Hacen el mal con toda impunidad! ¡E incluso el mal, lo hacen mal! Escupió al suelo y prosiguió: -Creen estar en una posición de fuerza porque nos ven y nosotros no les vemos a ustedes. Se equivocan, ¡les veo! Miren mi ojo, leerán en el tanto desprecio que tendrán la prueba de ello; ¡les veo! Veo a aquellos que nos miran estupidamente, también veo a los que creen mirarnos inteligentemente, a los que dicen que miran solo para ver hasta dónde pueden llegar los que se rebajan y que, al hacerlo, se rebajan todavía más que ellos. ¡El ojo estaba dentro de la televisión que les miraba! ¡Van a verme morir sabiendo que les estoy viendo!" (p. 151)

Este es el discurso de Pannonique en el clímax del libro, donde los resultados revelan que la elegida para morir ese día es ella. Para Nothomb por tanto, los culpables de la telebasura son tanto los productores, como los consumidores.

En cuanto a la crítica personal, no diría que este libro es una perdida de tiempo, pero da la impresión de que un experimento distópico de este tipo puede ser llevado a cabo con muchísima más brillantez de la que exhibe aquí su autora. Sus reflexiones son a menudo simplonas y sobran y el nivel de profundidad en algunos pasajes es ínfimo.

NOTA: 5/10